Se encuentra expuesta en Galería Fábrica, la muestra Impromptu, conformada por 30 fotografías realizadas en blanco y negro por Alfredo Quiroz bajo la curaduría de Osvaldo Salerno. La muestra se compone de puntadas (latidos de imágenes, de conceptos) que actúan de manera autónoma pero que, al resonar unas en otras, revelan cierta furtiva vocación de unidad o, por lo menos, de concierto. Si bien es un concierto disonante y entrecortado, su textura desigual enriquece el concepto de la obra, sobresaltado por cadencias y ritmos diversos. Ya el título de la exposición acerca pistas sobre este particular gesto musical, desprovisto de un plan preestablecido y concebido como una pieza breve, o varias piezas breves. Pero en el ámbito del arte, la improvisación y la brevedad son atributos propios de su discurrir impróvido; forman parte de un guion reacio a derroteros prefijados.
La memoria es una figura central en la obra de Quiroz, que la trabaja en dos sentidos. En primer lugar, como consciente operación de exhumación guiada por un afán determinado, político en general; en segundo, como memoria involuntaria, en el sentido con que Proust concibe este término. En la muestra, la memoria se mueve en este último sentido: en clave de impromptu, sin un libreto concluido y mediante gestos incisivos, concisos; revela a través de apariciones momentáneas. La emergencia de la recordación también supone una excavación arqueológica, pero actúa en cada paso de manera contingente, imprevista. Las distintas imágenes se muestran fragmentaria y azarosamente a modo de un collage que avanza no en superficie, sino en profundidad, despellejando las distintas capas de un espacio-tiempo acebollado. Inhumando las esquirlas desde el fondo del extravío.
La música queda detenida por el silencio de la imagen visual. Pero resuena, improvisada y efímera, en cada delgado estrato de la memoria soterrada.
Ticio Escobar
Abril, 2022